La ampliación de las capacidades productivas de un país constituye una dimensión obligada de toda senda sostenible de progreso social. Ampliar las capacidades productivas exige convertir las iniciativas creativas en emprendimientos generadores de renta y empleo. 

El concepto de cooperación internacional ha evolucionado desde una visión asistencial y de trasvase de fondos, a una actuación que siembre el progreso en las comunidades locales a partir del desarrollo de su tejido productivo. 

Las organizaciones de cooperación internacional buscan fórmulas para multiplicar el impacto de sus aportaciones. Los proyectos de desarrollo productivo tienen como objetivo destinar los fondos a poner en marcha actividades económicas locales, con la implicación de la comunidad. La aportación dineraria en el proyecto de cooperación es, en realidad, un capital semilla para generar una fuente de ingresos a largo plazo y con capacidad de crecimiento.

Mejorar los recursos productivos de las comunidades locales crea una espiral de progreso, de avance en las condiciones de vida, pero también social.  Pero para alcanzar esa nueva dimensión, hay que resolver aún retos básicos, como el acceso a la electricidad y el agua de calidad, imprescindibles y facilitadores. De hecho, los proyectos de cooperación de acceso a la electricidad y el agua pueden generar un efecto inmediato en la activación de la actividad económica.